La razón no está en mí.
Pero tampoco fuera
Mía solo puede ser la noche
drogándome un poco
Recobrando los pies sobre la arena
el desierto vierte intolerante
los gritos
desfragmentados gemidos entre la pérdida
del consciente
brotado en el sudor perfecto
Bajo la muerte del sol del norte
soplos de luna liberan la arena
rojiza
como una sonata egipcia que flota
inquietando el aire
Que la piel ya es distinta, tornasol
a causa de los últimos rayos
capas de cobre cubren el cuerpo (en
el final vespertino de la vida)
a cada paso que recorre el
desierto
porque el veneno de tu cuerpo se torna
música
que nace fluida por los oídos
acompaña la boca que llora sin
desahogo
liberando el cuerpo
Polaridad
Donde hay luz, existe oscuridad.
Vino absorbido en granos de arena
Lujoso
Al final del teatro un pórtico de
oro
Surge desde su base
En el oro de su vapor rojizo
Mis deseos agrandan lo que no
tiene limites
Prolongan el orgasmo ilimitado
El vino vertido que destila en la
arena
no se compara con el veneno que
profundiza
como daga persa en mi pecho
como una carnosa daga que penetra
en cada certera apuñalada
con placeres negros y melancólicos
el sol naciente que guardo entre
las piernas
un escorpión de arsénico muerde
la lengua,
envenenándome la frente con su aguijón
el movimiento del cuerpo es
inevitable,
Infatti, il corpo disidratato si
scaglia sui sedili
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