domingo, 4 de abril de 2010


Con algún arma especial mi pecho se abrió y de un melodioso grito mis penas afloraron en un suspiro entrecortado bajo las saladas lagrimas de mis ojos.

Como vivir bajo un puente de tristeza y desesperanza. Ella quisiera creer que todo esta bien, mientras su vida se descompone, mientras su alma se nubla. Por que ella se miente, que derecho tiene de sentirse culpable.

Odio la vida, odio la gracia, odio el alma, el sentimiento.

Y una virgen daga saco de mi endecorado abrigo checo. Apuñalado el alma, el cuerpo… mi cuerpo

Pequeñita, pequeñita. De ojos tristes, de alma quebrada. Ese día se zurcía su boca para no vomitar, pana no destruir. Y en ese pequeño cuarto de crema y porcelana su cuerpo caía de una cuerda, sin respiración caía, y en su cuello su cuerpo se mantenía.

Después de tanto tiempo quise verla. Vivía con un búho.

La vi distinta, en su cuello se veían aun las marcas del suicidio.

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